Yoshihiro Togashi ha sido celebrado con el paso del tiempo como uno de los mejores mangaka de su generación y sus dos obras seminales, Yu Yu Hakusho y Hunter X Hunter, tienen millones de fans y lectores en todo el mundo, con sus adaptaciones de anime teniendo muchas recepciones positivas. Y si hay algo que siempre se ha resaltado de Togashi es su capacidad para crear grandes personajes, con el protagonista de Hunter X Hunter, Gon Freecs.
Ya Gon es un protagonista diferente a la gran mayoría que encuentras en el mundo del shonen cuando se considera que no siempre está en el rol principal, no siempre derrota al antagonista final de cada arco y no siempre gana. De hecho, en muchas ocasiones tiene un rol secundario, ni se enfrenta al antagonista final (caso claro es Meruem en el arco de las Hormigas Quimera) y rara vez gana una pelea en la historia.
Habiendo dicho todo eso, una de las cualidades que más resaltan a Gon, especialmente cuando se comparado con otros protagonistas como Goku de Dragon Ball, Naruto de su serie homónima o Ichigo de Bleach es su defectuoso sentido de la moralidad. Eso fue explorado en gran plenitud en el arco de las Hormigas Quimera, particularmente en su quiebre mental por la muerte de Kite y su deseo de asesinar a la perpetuadora, Pitou, pero hay mucho más con respecto a por qué Gon, quien parecía un protagonista tan positivo e inocente, es de la manera que es.
(También puedes leer: Naruto vs Sasuke: ¿Quién es más fuerte?)
Primero hay que entender la motivación de Gon: desde que Kite lo salvó de un animal cuando era niño en la Isla Ballena y le pudo contar acerca del padre que lo había abandonado por aventuras, Ging Freecs, Gon desea convertirse en cazador y ser lo suficientemente fuerte para conocer a la figura paterna que nunca tuvo. Si bien su abuela y su tía Mito lo criaron con mucho amor, lo que ayudó a desarrollar su naturaleza afable y positiva, siempre tuvo el vacío de no tener a su padre.
La sombra de Ging, de manera no intencional, domina a Gon y muchas de sus acciones se definen en lo que le beneficia y lo que le parece interesante; todo lo demás no es importante. Es por eso que en el arco del examen para volverse cazador no tiene problemas en ver a otras personas morir e incluso hacer que uno de los candidatos arriesgue su vida para simplemente quitarle una ficha a Hisoka, quien en ese momento era considerado la mayor amenaza del arco. Eso dice mucho de la manera en que Gon funciona y opera.
Otro gran ejemplo es Killua, quien es parte de una familia de asesinos y le arranca el corazón a alguien frente a Gon y este último no cuestiona en ningún momento las acciones del joven Zoldyck porque le cae bien. Lo mismo con que solamente le tuvo resentimiento a la Tropa Fantasma cuando descubrió que la familia de Kurapika, otro de sus amigos, fue asesinada por ellos; probablemente no le hubiera molestado tanto si no mataban a nadie que conectara con su círculo interno.
De cierta manera, la filosofía de Gon y su perspectiva moral se podría describir de la siguiente manera: “Si me afecta a mí o a mis seres queridos, entonces me importa. Si no nos afecta, no me importa”. Suena como algo perfectamente lógico, pero cuando ves el mundo tan cruel y sangriento que es el de Hunter X Hunter, es un poco perturbador que esta sea la mentalidad de un chico de 12 años de edad.
Esto es parte del genio de Togashi: hay una cierta simpleza en el personaje de Gon que, paradójicamente, lo hace muy complejo. Es una descripción muy real de un niño sin figura paterna y sin un guía claro en un mundo muy peligroso y en donde lo alientan a una búsqueda incesante por poder. Solo Wing, su primer maestro en el tema del Nen, cuestiona la idea de que niños de su edad estén aprendiendo estas habilidades, pero nadie más en la historia cuestiona esta situación.
Por supuesto, la historia no se trata de detener a Gon, sino de observar cómo va cambiando lentamente a medida que la trama avanza arco tras arco, que obtiene más poder y va acumulando más frustraciones. Cuando Gon pierde y no puede compensar con alguna solución, se frustra y se quiebra; esto lo vemos desde el primer arco cuando es humillado por Hisoka y no encuentra una solución, lo que deriva en él teniendo un leve quiebre mental y contándole luego a Kurapika sobre la frustración que siente por ser débil.
Es un niño al que nunca prepararon para este mundo y a veces, desde mi punto de vista, se siente como una exploración de Togashi de lo que pasaría si un protagonista cliché del shonen entrara a un mundo donde el entrenamiento no te hace tan fuerte como tus desafíos de ese momento, donde tienes más derrotas que victorias y en donde la tragedia es moneda común. Es interesante cómo el arco de las Hormigas Quimeras muestra a Gon, este “cliché del shonen”, caer en la profunda oscuridad y asesina a Pitou al sacrificar todo su potencial por poder momentáneo mientras que Meruem, el antagonista del arco cuyo diseño grita a villano típico de Dragon Ball Z, encuentra significado y belleza en la humanidad y en su vida a través de Komugi, una muchacha ciega que es más delicada y frágil que una flor.
Meruem aprende que hay mucho más en la vida que solo gobernar y tener poder mientras que Gon se pierde en el dolor de la muerte de Kite, su mentor, leve figura paterna y quien lo hizo comenzar en este viaje, y en una interminable búsqueda por el poder. Ambos comienzan sus historias como estereotipos del anime y terminan rompiendo muchos convencionalismos.
Al final, y hasta la fecha en que este artículo ha sido publicado, Gon ha sacrificado su Nen por un momento de poder absoluto y ahora ha perdido toda capacidad para el combate. Ha conocido a su padre y la motivación que inició su viaje ha sido colmada. No me sorprendería que Togashi nunca le devuelva su poder a Gon y que su conclusión sea que hay más en este mundo que buscar ser más fuerte, lo que sería un comentario interesante acerca de los shonen que pululan allá afuera.
Todos estos elementos han hecho de Gon uno de los protagonistas más fascinantes, complejos y controversiales de la historia del anime.